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BY joan No comments

Érase una vez que el mar era el aprender, el saber, el conocer…. 
Érase una vez que las escuelas éramos barcos que surcaban esos mares.
Érase una vez que los maestros éramos tripulantes de dichos barcos... 

Pongamos por el caso que la escuela es un gran barco lleno de tripulantes, unos tripulantes que día a día surcan los mares instruyendo a unos grumetes en el arte de navegar, unos grumetes que sueñan en muchas ocasiones en quedarse en cualquier puerto y alejarse del mar, unos tripulantes que tenemos la difícil misión de enseñar a navegar pero sobretodo tenemos la gran utopía de inculcar en nuestros grumetes el amor por ese mar. 
Dentro de estos tripulantes, hay quien en los días de permiso, en las horas muertas en cubierta, las dedica a una de sus aficiones favoritas: el Bucear.
Permitirme que me presente como docente submarinista. 



    Para mi, esta definición responde a aquellos docentes que buceamos por las entrañas de la red para encontrar restos de esperanza, en forma de proyectos innovadores, de docentes entusiastas, de escuelas rompedoras o de direcciones atrevidas. Y este bucear hace renovar en el tripulante sus deseos de enseñar a su grumete, sus proyectos de futuro.
    Pero resulta que no todo es tan bonito, este bucear acarrea en algunas ocasiones un grave problema cuando llegamos a la superficie: Bucear va muy bien para estar al día de lo que se cuece en el ámbito educativo, bucear va genial para formarse, para compartir lo que uno tiene, sabe o hace con aquel que bucea como tú, pero donde de verdad uno ha de demostrar su valía es en el mundo real en la escuela, en el día a día. 
Y no siempre, todo lo que uno encuentra en las profundidades de la red, lo puede llevar a cabo en el barco. Ya que resulta que el día a día no siempre es de color azul, no siempre sale el sol, no siempre el camino está de bajada y sin piedras. Algunos días llevamos demasiado peso en la mochila y eso nos impide caminar con cierta holgura. Algunos días llueve con tanta fuerza que el paraguas que llevamos no nos impide que nos mojemos hasta calarnos los huesos. Hay días que o bien venimos de casa con preocupaciones externas a la escuela, o bien nos encontramos en ella con situaciones que nos desbordan nuestros estados emocionales, que el bucear ya no es remedio para adquirir motivaciones intrínsecas y extrínsecas.

En esos días sobretodo en esos días, necesitamos de la tripulación del barco para tirar adelante, necesitamos de nuestros compañeros de claustro para que estos no sólo se conviertan en compañeros de viaje sino en algo más.
Pienso que es clave tener algo más que compañeros dentro del claustro, no me vale con decir que una cosa es el trabajo y otra los amigos, no me vale con decir que somos compañeros y nos respetamos y ya está. Si, todo esto está muy bien, y puede que esconda algo de verdad, pero en mi modesta opinión, creo que para tener una buena estabilidad emocional laboral tiene que ser indispensable tener cierto grado de amistad con alguna de la gente con la que compartes horas y horas del año o de la vida. 
 Y  todo este escrito, es solo para decir que en estos días inciertos en los que me ha tocado vivir, he tenido la suerte de comprobar que dentro del barco existen marineros con los que poder agarrarse cuando la tempestad amenaza.
¡Gracias!

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